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Al terminar de explicar el último detalle a un abuelito de más de ochenta años (tuve que ponerme a su lado porque no me oía bien entre las mascarillas y la distancia de casi dos metros que nos separaba), volví a mi asiento y me puse a escribir en el ordenador. Antes de teclear la última letra, le oí decir, " estos son para tí." No llegué a ver qué eran desde mi asiento. Me levanté de la silla otra vez, fui a ver qué me dejó. ¡Son unos caramelos! Pongo el signo de exclamación porque hacía tiempo que no recibía caramelos como un premio (percepción mía, jajajaja...) Instantáneamente me vino el recuerdo de la infancia en el cual los mayores te apremiaban con caramelos por haber hecho algo bueno.
Bienvenido un toque dulce para una jornada laboral con ritmo frenético.
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