本帖最后由 纳尼丶雅蠛蝶 于 2012-9-30 14:15 编辑
Para abordar la filosofia, es indispensable adoptar una disposición de ánimo infantil. El que quiera ser filósofo necesitará infantilizarse, hacerse como un niño pequeño. ¿En qué sentido haga esta paradójica afirmación de que el filosofo conviene que se infantilice? La haga en el sentido de que la disposición de ánimo para filosofar debe consistir esencialmente en percibir y sentir los problemas y misterios del mundo, sea en el mundo de la realidad sensible, como en el mundo de los objetos ideales; hay que admirarse de todo, sentir lo profundamente arcano y misterioso de todo eso; plantarse antes el universo y el precio ser humano con un sentimiento de estupefacción, de admiración, de curiosidad insaciable. Como el niño que no entiende nada y para quien todo es problema.
Otra segunda disposición que conviene enormemente llevar al trabajo filosofico es la exigencia de rigor, la exigencia de exactitud en el pensamientos. En este sentido también podría decirse que la edad mejor para comenzar filosofia es la juventud. El joven tiene una exigencia de rigor, una exigencia de racionalidad, de intelectualidad, que el hombre ya viejo, con el escepticismo que la edad trae, no suele poseer nunca.
Esta exigencia de rigor tiene que tener para nosotros, los que vamos a hacer filosofia, dos aspectos fundamentales. Por una parte, ha de llevarnos a eliminar lo más posible de nuestras consideraciones las cómodas pero perfectamente inútiles tradiciones de la sabiduría popular. Existe una sapiencia popular que se condensa en refranes, en ideas, que la masa del pueblo trae y lleva. La filosofia no es eso. La filosofia, por el contrario, ha de reaccionar contra esa supuesta sabiduría popular. La filosofia tiene que llevar a la explicación de sus problemas un rigor metódico, que es incompatible con la excesiva facilidad con que esas concepciones de la sapiencia popular pasan de mente en mente y arraigan en la mayor parte de los espíritus.
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