Tejoncito duerme durante el día y sale por la noche porque encuentra todo mucho más divertido en la oscuridad. Puede reconocer a cualquier animal por el brillo de sus ojos. Descubre las trampas de los cazadores y no hay fiera que pueda atraparle porque en un instante excava una cueva y se mete en ella, estando así a salvo del peligro.
Sin embargo, aquella noche Tejoncito vio un par de enormes ojos que se echaban sobre él. Despedían una luz potentísima y le cegaban. En el último momento pudo reaccionar y evitar el atropello. Al cabo de un rato recordó que eran los faros de un coche.
Tejoncito se llevó tal susto que nunca más ha vuelto a salir de noche.
<<No es bueno trasnochar siempre.>>